"Que se quiebra en 3 direcciones", de alguna manera esa palabra llamó demasiado de mi atención. Ni siquiera aparece como existente, pero la vi de alguna parte de mi libro, así que hagamos como que si realmente existiera y se conviértase en parte de mí.
El destino hace que a veces las cosas se acomoden, tomen curso, sean ideales y especialmente te indiquen de ese camino que siempre debiste tomar: para nunca equivocarte, menos aún caerte y llorar por las heridas. Simplemente tampoco existió, como tu sonrisa.
Odio como todo puede ser tan aparente, que seas demasiado importante para mí o por lo menos lo suficiente como para pensar y querer decir que rayos estás haciendo con tu vida. Cruel impotencia, de ese triste querer de no poder hacer nada, como si me tuvieran atada entre cuerda y cuerda, cadenas, perros furiosos y demás. No poder hacer nada contra a ti. Creí que mi voz bastaba para poder hacer sentir que realmente puedes hacer mucho, que vales demasiado; que quizá no estaré un cien por ciento, pero mi corazón siempre a mil por hora y tú eres parte de él. Ahí va una dirección, la primera, la del "estar" y a la vez no.
La segunda va por cuenta mía.
Luego sólo viene la última, la decisiva, nuestro cambio. La debilidad inquebrantable que suele destruir-me y te. Por lo menos sé que están bien, que se cuidarán, que me están engriendo, eso me deja tranquila. Es que si lo estoy en una extraña manera de estarlo o por lo menos si lo estaba hasta que de a pocos todo se fue esfumando.
En un lacónico sentido: triedra (parati)
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